Al concebir al arte como lenguaje, se hace una síntesis de diferentes formas de comprender el fenómeno artístico, entre las que pueden destacar la interpretación del arte como expresión, pero también como comunicación.
Si lo vemos desde un punto de vista histórico se encuentra relacionada con la crisis de las teorías normativas y como consecuencia el abandono de las definiciones limitantes que favorecieron el estudio de las obras concretas como el punto de inicio de las opiniones que distaban del tema fundamental.
Tal modificación de rumbo se encuentra inscrita en el complejo campo cultural surgido a principios de siglo, y cuyos pilares fueron dentro del ámbito artístico, la crisis de la pintura, la escultura y la arquitectura tradicionales; el auge de nuevas artes como la fotografía y el cine; la irrupción de las vanguardias y la aparición de la semiología, ciencia dedicada al estudio de los signos.
Durante la década de los sesenta, se vivió un incremento del interés por el concepto de arte como lenguaje, por lo que se le dio impulso a la búsqueda de lo distintivo de las artes en comparación con otros sistemas de signos, bien si se trataba del lenguaje hablado cotidiano o del que se empleaba por los medios de comunicación de masas.
Una vez en el poder el estructuralismo o la semiótica, el marxismo o el psicoanálisis, fue cuando se procuró una captación más específica de cada una de las artes, donde se analizaron las obras artísticas de acuerdo con la teoría de los signos para tratar de detectar su organización y funcionamiento a través de métodos que fueron tomados de la lingüística, de la psicología, de la teoría de la imagen o de las ciencias.
La cultura y las tendencias de la época se encontraban animadas por el optimismo de los estudiosos quienes se propusieron desentrañar de una forma analítica el contenido de las obras para tratar de desvelar al menos las pautas de ese mismo comportamiento artístico, que no puede ser separado del que elogiaba a la cultura y a las tendencias artísticas de esa década.
Sin embargo, en la actualidad asumiendo representativas aportaciones de tales ensayos, debe ponerse de manifiesto que resulta una equivocación el hecho de identificar el arte con el lenguaje. Si bien es posible aislar en las artes ciertos elementos que son susceptibles de ser analizados por medio de instrumentos y categorías pertenecientes a la teoría de los signos, también es cierto que se tropieza con aspectos que son propios y diferenciados que señalan la diversidad e irreductibilidad de la estructura artística a la del lenguaje cotidiano o científico.
En pocas palabras: sin que haya que dejar a un lado el parentesco que las artes tienen con el lenguaje primario (la poesía con la comunicación verbal) o con el de los medios de comunicación de masas (comunicación visual), no es posible ignorar que es de ellas que emergen esos elementos que son inaccesibles a los sistemas de análisis de estos dos medios de comunicación.
La actividad artística viene a hacer del material de cada arte como una especie de trabajo de laboratorio, donde el arte tradicional, debido a su carácter de representación, es más asimilable por los sistemas comunicativos, mientras que cuando se trata del contemporáneo, en especial la pintura, viene a instaurar un campo significativo que es mucho más amplio y más descontrolado.